‘Sálvame’ sobrevivirá al tornado Netflix

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Jorge Javier Vázquez sonríe delante de un tornado que engulle el logotipo de Netflix

Por qué ‘Sálvame’ es mejor ‘sitcom’ que ‘Friends’.

 

Estamos en el año 2019 después de Jesucristo. Toda la televisión está preocupada por el auge de las plataformas VOD… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles frikis resiste, todavía, al invasor. Efectivamente, hablo de ‘Sálvame’. El equipo liderado por Jorge Javier Vázquez juega a una liga en la que las plataformas todavía no se han clasificado: el directo.

Mientras que en el vídeo bajo demanda las series son las reinas del juego de tronos del audiovisual, en la televisión lineal continúa triunfando el contenido que se consume al mismo tiempo que se está produciendo. Es lógico, los hábitos de consumo tampoco son los mismos: las dos horas y media de una gala de ‘OT’ entretienen la sobremesa nocturna, pero adormecen el brazo de quien la consume el día siguiente en una tableta y finalmente acaba por ver un resumen de los mejores momentos.

Todavía es más innecesario el consumo a la carta de ‘Sálvame’. La gracia del formato recae en seguirlo en vivo, engancharse al televisor cada vez que lanzan un cebo que no se desvelará hasta el final del programa, a pesar de que prometan que se emitirá “a la vuelta”. No importa. En realidad, nos da igual ver cómo fue el vestido de novia de Belén Esteban. La imprevisibilidad del programa es lo que consigue que el público se olvide del mando a distancia durante cuatro horas. En ‘Sálvame’, todo puede pasar. La magia del directo todavía está viva.

Mientras que en las redes predominan los influenciadores impostados, los del ‘Limón’, el ‘Naranja’ y el ‘Banana’ alardean de su naturalidad. Son atrevidos. Si reciben un WhatsApp, lo leen en directo. Si no saben a quién votar en las próximas elecciones, lo discuten en directo. Y si una excolaboradora que abandonó el programa por malas relaciones con el equipo pisa Mediaset de nuevo, un reportero la persigue en directo. Además, reaccionan a todo lo que está pasando fuera del plató y también se hacen partícipes gracias a su rápida capacidad de reacción. Si un reportero pierde el tren que lo tenía que llevar a un acontecimiento a cubrir, no lo esconden: lo vivimos en primera persona gracias a una conexión desde la estación. Seguro que este espejismo de transparencia ha sido cocinado en las reuniones de guion y condimentado en el control de realización, pero consigue que el público los vea como a uno más de la familia y que las abuelas les lleven la merienda, como si fuesen sus nietos.

Esta interacción con el público es otro de los pilares de ‘Sálvame’, tanto en la vida real como en las redes sociales. Los asistentes al programa participan activamente en el formato, dando su opinión, levantando del suelo al presentador que ha resbalado o acompañando al Maestro Joao detrás del decorado para tocarle el culo a los colaboradores. En internet, los espectadores pueden comentar la jugada gracias a unos ingeniosos hashtags de Twitter, creados con juegos de palabras sobre el tema del momento. Incluso, cualquiera se puede convertir en fuente del programa, enviando información sobre famosos a un número de teléfono. Además, las frases de los miembros de ‘Sálvame’ tienen una segunda vida en plataformas como Instagram o Twitter, convirtiéndose en memes que sirven de respuesta a infinidad de situaciones y, como consecuencia, acaban formando parte del refranero popular.

Llegados a este punto, pero, ¿sabemos qué es ‘Sálvame’? Empezó siendo el debate posterior a ‘Supervivientes’ y después evolucionó a una tertulia sobre prensa del corazón, pero… ¿Sigue siéndolo? Su productora, La Fábrica de la Tele, lo define como “el primer ‘magazine-reality’ sin premio ni fecha final predeterminada”. Yo iría un paso más allá. Para mí, ‘Sálvame’ es la mejor ‘sitcom’ que actualmente se emite en el estado, y la única que se emite en directo.

El formato cuenta con unos personajes conocidos por la audiencia, con tramas propias que van evolucionando y que los llevan a situaciones surrealistas que a menudo se acercan al esperpento. Los personajes de ‘Friends’ no acudieron a un vidente para predecir su boda, ni tampoco fueron perseguidos por un terrorífico payaso enano. Los personajes de ‘Sálvame’, sí. Y ninguno de ellos es interpretado por Jennifer Aniston, al contrario, son personas que existen en la vida real y que se interpretan a sí mismas. Son Ferreras que han descubierto que su propia vida interesa más que la de los Sánchez y Casados de turno. Saben utilizar autorreferencias y el humor irónico para resultar atractivos, con aquel punto de vulgaridad seductora que les otorga el liderazgo de las tardes.

Como toda buena ficción del siglo XXI, ‘Sálvame’ también cuenta con un universo ‘transmedia’ tan extenso como la vida misma –la de sus componentes–. El mayor ‘crossover’ de la historia no es de Marvel, es de Telecinco y de su Stan Lee particular, Paolo Vasile. Las historias surgidas en ‘Sálvame Diario’ continúan en sus modalidades ‘Deluxe’, ‘Okupa’, ‘Talento’, ‘Bodas’, ‘Snow Week’ o ‘Fashion Week’, y también eclipsan los contenidos de otros formatos como ‘Socialité’ o ‘Cazamariposas’. También es un universo metalingüístico, que nos enseña qué hay detrás de sus decorados, colándonos en los pasillos de la cadena e, incluso, en platós de otros programas. Mientras los ‘youtubers’ hacen ‘room tours’, Jorge Javier nos enseña los estudios de Fuencarral por dentro.

‘Sálvame’ se ha convertido en un contenedor donde los límites son ilimitados, las líneas entre formatos se difuminan, y realidad y ficción se confunden, abriendo la puerta a una imaginación que la televisión había empezado a olvidar. Por lo tanto, también sobrevivirá al tornado Netflix. Los integrantes de ‘Sálvame’ nunca tendrán que pronunciar el nombre de su programa.

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