La nueva temporada de ‘La que se avecina’ comienza con Miren Ibarguren disfrazada de persona obesa y un candado en su nevera.
Cada vez es más importante diferenciar los verbos ser y estar. Puede parecer una reflexión superflua, pero, a mi entender, el significado de ser se ha ido comiendo poco a poco al de estar, convirtiéndose en un claro condicionante. El estar se entiende como algo remediable: si estás enfermo, te tomas un ibuprofeno y dejas de estarlo. Por el contrario, el ser te atañe automáticamente a unas características claras y cada vez más inamovibles, un status quo muchas veces forzado.
Antes podías estar gordo. Ahora, simplemente lo eres. Desde hace un tiempo, en el audiovisual el gordo se ha convertido en un personaje más. Siempre tan gracioso y, casualmente, eclipsado por el protagonista, que tiene un cuerpo normativo. Si a estas alturas de la película tienes dudas entre lo que es ser o no ser normativo, te lo pongo muy fácil para identificarlo: la trama del personaje normativo nunca se centrará en el porqué de su normatividad. Además, en el caso de las comedias, su condición física, étnica o sexual nunca será motivo de chiste.
El lunes, Telecinco estrena la nueva temporada de ‘La que se avecina’. Entre los nuevos conflictos, destaca la trama de Yoli, el personaje interpretado por Miren Ibarguren. Sin demasiado sentido, la actriz comienza esta temporada disfrazada de persona obesa. Dejando de lado la caracterización, los primeros capítulos centran sus escenas en la ridiculización y banalización de lo que se supone que significa ser gordo. Yoli Morcillo se ha reducido a una mujer zampabollos que no es capaz de levantarse de la cama. No está gorda, es gorda y por ello su frigorífico tiene un candado, porque de todos es sabido que los gordos lo somos porque no sabemos controlar nuestra alimentación.
Desde un estraperlo de bollería industrial a necesitar la ayuda de Menchu (Loles León) para levantarse del suelo cuál ballena varada. Es gracioso porque es gorda. Y ya está, no hay más. Que no es ninguna novedad, pues a eso se reduce ‘La que se avecina’, a un humor muy cuñado, digno de los noventa, en el que las minorías somos motivo de burla.
Como siempre ha pasado cuando han surgido polémicas relacionadas con la serie, es posible que sus creadores salgan a excusarse. Dirán que ‘La que se avecina’ es como la vida misma, pues en nuestra sociedad hay homófobos, misóginos o gordófobos, que es humor negro o que se han visto obligados a crear una trama ridiculizante porque había que ocultar el embarazo de la actriz. El personaje de Miren Ibarguren podía estar de viaje, como el de José Luis Gil, o simplemente haberse quedado embarazada, pero desde la sala de guion se ha preferido disfrazarla de obesa porque es gracioso.
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Ser gordo es una mierda por series como ‘La que se avecina’. Tan solo hay que asomarse a la calle para entender que esta serie tiene influencia. Es escalofriante escuchar a preadolescentes espetando al tuntún frases como ‘¿Quieres salami?’ o ‘¡Qué pechotes!’. Si ahora encima normalizamos que se pueda ridiculizar a una persona por el hecho de ser gorda, reduciendo el sobrepeso a comer galletas a escondidas y no salir de la cama, el resultado puede ser aterrador.
Ser gordo no es algo reversible. Puedes tener una actividad física muy activa y una buena alimentación y seguir siéndolo. En aceptarse aguarda el cambio mental, el sentirse bien con uno mismo. Pasa lo mismo con la gente que no tiene gracia. Aunque se esfuercen, sus chistes siempre seguirán siendo igual de mediocres y algún día tendrán que aceptarlo y, a poder ser, dejar de hacerlos.