José Corbacho lanzó un mensaje a cámara durante ‘Col·lapse’ que demuestra que algo está cambiando en la televisión pública catalana.
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Ricard Ustrell lleva veinte semanas alcanzando el ‘Col·lapse‘ en las noches del sábado en TV3. Pese a que la aventura del de Sabadell comenzó con datos de audiencia discretos, poco a poco el formato ha ido cogiendo fuerza, consolidándose como la oferta líder en Catalunya en una de las noches más fragmentadas de la semana.
‘Col·lapse’ es una oda a la televisión de los noventa. Tan solo hay que observar un rato el programa para localizar referencias, algunas más explícitas que otras, a programas que marcaron un antes y un después en TV3. Desde ‘Àngel Casas Show’ a ‘La cosa nostra’, de Andreu Buenafuente, Ustrell se ha metido de lleno en el late night clásico para jugar con las normas narrativas y audiovisuales de hoy en día, generando un espacio distendido donde el espectador tiene la sensación de que cada semana el programa es diferente.
Este artículo es fruto de darme cuenta de que me he quedado sonriendo como un tonto viendo la tele. Una sonrisa de esas de cuando hablas por Whatsapp con la persona que te gusta. Ha sido durante un gag de José Corbacho y Santi Millán en el plató de ‘Col·lapse’, cuando reprendían sus personajes de ‘La cosa nostra’ veintitrés años después. Y no es que sonriera porque sienta un amor prohibido por Santi Millán después de haberle visto en acción en el famoso vídeo. Sonreía en una reacción afligida por no haber formado parte de la locura que supuso la televisión de aquella época.
“Ha vuelto la tele de siempre, la que mola”, gritaba José Corbacho a los espectadores mientras impartía el caos por el plató del programa producido por La Manchester. Sin que estuviese planificado, Corbacho y Millán convirtieron ‘Col·lapse’ en una especie de fiesta, sacando a bailar en medio del estudio a una señora mayor que había entre el público, Palmira. La banda tocaba, los actores bailaban, el público reía y los espectadores, en sus respectivas casas, no parpadeaban porque eran plenamente conscientes de que se había roto el guion y ahora podía pasar cualquier cosa.
Esta es la televisión que echo de menos, paradójicamente una televisión que los de mi generación no hemos vivido. Esa televisión sin complejos que daba espacio a profesionales capaces de salir y volver a entrar en el guion las veces que hiciesen falta con tal de sorprender. Profesionales que no sufrían por cagarla y convertirse en virales en Twitter o carne de programa de zapping. Humor en prime time, más o menos simple, pero humor al fin y al cabo.
En ‘Col·lapse’ pasan cosas. Y esto es algo que parecía que se nos había olvidado cómo se hacía. El programa de Ustrell trae a Àngel Llàcer a hacer un susto en medio de una entrevista a Marina Rossell, o disfraza a Raül Balam de Gloria Trevi para hacer una actuación en directo. En ‘Col·lapse’ regalan un jamón a una pareja por ir a menudo de público, o montan un concierto de rumba catalana alrededor de una mesa, al estilo C. Tangana. Todo ello entrevistando a personalidades muy interesantes, como por ejemplo Penélope Cruz o Albert Pla, Dulceida o una monja eremita que vive sola en el bosque desde hace cuarenta y cinco años. Y para rematar, dando espacio a la música catalana en directo, con Dasouza, Elena Gadel o Els Amics de les Arts.
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Pese a todo, ‘Col·lapse’ no es entretenimiento en mayúsculas. No lo es porque no tienen la capacidad de hacerse la pregunta más importante de todas: «¿Qué pasaría si…?». Con esta premisa de tres palabras, Buenafuente acabó metiendo a Corbacho en una pecera gigante con un neopreno lleno de pastillas de ‘Couldina’ pegadas para ver qué pasaba. Algo banal, pero que se quedó grabado en la retina de muchos espectadores. Y, sinceramente, ahora, en la época de los estímulos constantes, la sensación de no saber qué pasará cuando encendemos la tele es determinante para el éxito de un programa de entretenimiento.
Las palabras de Corbacho no son fútiles: «Ha vuelto la tele de siempre, la que mola». Las últimas dos décadas han estado marcadas por crisis económicas y, consecuentemente, el apretamiento de cinturón de la CCMA a causa de la bajada presupuestaria por parte de la Generalitat. Los programas informativos han ido cogiendo el terreno de prácticamente toda la programación, reduciendo en algunos momentos la parrilla de TV3 a un grupo de tertulianos discutiendo para defender a sus dueños.
Ahora, parece ser que la llegada del PSC al Consell de Govern de la CCMA, y la buena sintonía de los socialistas con los republicanos, coincide con una saturación de la población con relación a los contenidos informativos. Un caldo de cultivo perfecto para iniciar la despolitización de la imagen de la cadena pública catalana, potenciando los contenidos de entretenimiento. No, no abriremos este melón, al menos hoy.
Con la voluntad anunciada de apostar por el entretenimiento, ahora es el momento de establecer hasta qué punto la CCMA está dispuesta a tomar riesgos. Un claro ejemplo es ‘Zona Franca‘, que ha cerrado la persiana a la primera de cambio por pasarse de frenada, siempre según los que mandan. No entraremos tampoco en el debate de los límites del humor en este artículo, pero sí que creo que la vuelta a la transgresión por parte de TV3 debe ser paulatina, por contradictorio que parezca. Para entendernos: del ‘FAQS’ al ‘Zona Franca’, debe haber más de un ‘Col·lapse’. Porque, a veces, «la tele de siempre» es la más transgresora.