Crítica de ‘El Silencio’, la nueva serie de Netflix protagonizada por Arón Piper que se estrena el próximo viernes 19 de mayo.
‘El Silencio’ está a punto de aterrizar en Netflix. Y no, no hablamos de la serie que le habría gustado ver a Jordi González, sino de la nueva ficción española de la compañía, una creación de Aitor Gabilondo (Alea Media) con Arón Piper y Almudena Amor como protagonistas. Los seis capítulos de los que consta se estrenarán al completo el próximo viernes 19 de mayo.
El punto de partida de este thriller psicológico es la puesta en libertad de Sergio Ciscar (Arón Piper), un joven de Bilbao culpable del asesinato de sus padres, acontecido seis años atrás cuando todavía era menor de edad. Durante todo ese tiempo, Sergio no ha dicho ni una sola palabra ni ha colaborado con la justicia. De este modo, tanto las motivaciones del crimen como sus actuales intenciones son un misterio.

La encargada de determinar su potencial peligro es Ana Dussuel (Almudena Amor), una joven psiquiatra que lo vigila día y noche a través de un despliegue de cámaras que ella y su equipo han instalado en su domicilio, al más puro estilo ‘Gran Hermano’.
El reparto lo completan otros nombres como Aitor Luna, Ramiro Blas, Aria Bedmar, Mikel Losada, Cristina Kovani, Elisabet Gelabert y Manu Ríos. Estos dos últimos se reencuentran con su compañero Piper después de ‘Élite’, y en el caso de la primera, interpretando de nuevo también a su madre.

Un arranque prometedor
La premisa de ‘El Silencio’ es bastante prometedora y eso nos lleva a empezar la serie con interés. Un terrible parricidio cometido por un joven adolescente, aún menor de edad, y que, tras su paso por un centro de menores, es puesto en libertad. Los siguientes pasos del joven Sergio son toda una incógnita: ¿qué hará con su vida ahora? ¿Conserva contacto con alguien de su familia después de lo sucedido? El mutismo y hermetismo que desprende el personaje le otorga un halo de misterio realmente atractivo, así de entrada.
Sin embargo, y pese a que los dos primeros episodios están muy bien llevados, en cuanto a ritmo y giros, todo empieza a desmoronarse a partir del tercero. La serie coge un rumbo bastante diferente y se va por las ramas con una serie de tramas que corrompen el desarrollo, hasta culminarlo con un cierre bastante chapucero y torpe, y en ocasiones, sin pretenderlo, algo sonrojante.

El desarrollo de algunos de los personajes es bastante mejorable, en especial el de la psiquiatra Ana Dussuel (Almudena Amor), del que no desvelaremos más para no hacer spoilers. Además, su interpretación chirría bastante a lo largo de toda la serie, lo que contribuye a hacer aún más inverosímil todo lo que le ocurre al personaje.
En lo que respecta a Arón Piper, cumple de forma correcta llevando el gran peso interpretativo de la serie, siguiendo un poco la estela de su trabajo hace casi tres años en ‘El desorden que dejas’. El carácter sombrío, duro y áspero de su personaje, Sergio Ciscar, se combina con escenas en las que también nos permite observar una gran vulnerabilidad, llegando a empatizar por momentos con su dolor.

Un desarrollo y desenlace mal ejecutado
Entre los errores a la hora de ejecutar el desarrollo y desenlace de la serie hay escenas demasiado forzadas, giros inverosímiles y tramas muy mal llevadas, como las de los personajes que interpretan Ramiro Blas y Aitor Luna. Son dos actores de peso que aquí no pueden mostrar todo su potencial.
Otro de los grandes fallos es el escaso partido que se le saca a las localizaciones de Bilbao y Euskadi, a diferencia de la gran ‘Intimidad’, estrenada hace un año, y ubicada también en la capital de Vizcaya. Únicamente la lluvia nos lo recuerda de vez en cuando, y aun así puede que lo olvides durante el visionado de la serie. El resultado final apenas habría variado de haberse rodado y ambientado en Madrid, y eso es una pena.
En definitiva, lo que podría haber sido un correcto thriller termina siendo un producto bastante fallido, que se diluye con el paso de los episodios como un azucarillo. Es una lástima que el rumbo que coge la serie en su segunda mitad esté tan mal ejecutado. La escena final de la serie sirve perfectamente tanto como cierre definitivo como puerta abierta a una segunda temporada que, sinceramente, no hace falta que se produzca.
